Por fin llegó el día, después de semanas de nervios y preparativos. El viaje en avión se nos pasó “volando” y casi sin darnos cuenta estábamos en el autobús que nos llevaría a Dun Laoghaire, la escuela, donde íbamos a estar durante una semana.
Al poco tiempo nos recogió Fatemeh, nuestra host mum; y nos llevó a casa, donde conocimos a Mano, nuestro host dad.
Fatemeh nos enseñó la casa y nos explicó las normas; después nos mostró las paradas del bus y nos dejó dar una vuelta por el barrio para familiarizarnos con el entorno. En seguida llegó la hora de la cena y, poco después, el cansancio y las emociones nos llevaron a la cama.
Al día siguiente tuvimos una excursión de día completo a Glendalough, un valle muy bonito en el que hay un cementerio y las ruinas de un monasterio. A pesar del frío que hacía, lo pasamos muy bien y disfrutamos mucho de la historia y el paisaje.
El lunes nos incorporamos a las clases, pero antes realizamos una prueba de nivel y nos asignaron diferentes aulas según los resultados. Las clases nos parecieron bastante chulas y divertidas; y nos dábamos cuenta de que aprendíamos cosas nuevas e interesantes. Al acabar las clases, comimos y nos fuimos de excursión a Dublín, donde hicimos un tour por los lugares más emblemáticos de la ciudad. Al finalizar, tuvimos un ratito de tiempo libre, así que nos dejaron “cotillear” un poco por las tiendas.
La rutina diaria por las mañanas era siempre la misma, pero por las tardes teníamos cada día una excursión diferente, por ejemplo, el martes fuimos a Dalkey and Killiney hills, el miércoles fuimos a la bolera de Bray, el jueves a Howth (un pueblecito de pescadores precioso).
El viernes, que era nuestro último día completo, hicimos una presentación en la escuela sobre cosas de Irlanda y nos entregaron nuestros diplomas. Por la tarde, fuimos otra vez a Dublín, y ese día tuvimos más tiempo para ver el centro de la ciudad y poder hacer compras de última hora. Nos pareció una ciudad muy distinta a Alcalá, pero con mucho encanto también.
El sábado por la mañana tocaba hacer las maletas, pero lo hicimos con mucha rapidez para aprovechar el tiempo que nos quedaba. Teníamos que estar a las 2 en el colegio porque allí nos recogía el autobús para llevarnos al aeropuerto. Hasta esa hora tuvimos tiempo libre para pasear y para despedirnos de lo que había sido nuestro entorno durante esa semana; una semana que había pasado muy rápido, pero que a la vez teníamos la sensación de que había durado mucho.
La verdad es que ha sido una experiencia increíble y, sin ninguna duda, repetiríamos.